1914. Argentina era muy próspera; su economía se había beneficiado por la expansión del comercio mundial, gracias a las fértiles tierras y al masivo ingreso de inmigrantes que trabajaron de sol a sol para forjar este país. Y en ese contexto es que Don Francisco Rodríguez y Doña Ana Encina llegaron a Tucumán. ¿El sueño? Progresar.
En la provincia alquilaron un gran terreno de 10 hectáreas, emplazado en aquel tiempo en lo que era el bajo de la ciudad capitalina. El lugar para empezar de cero era lo que hoy es la altura 1700 de las calles Rivadavia y Monteagudo. El mismo lugar donde hoy funciona La Mariposa.
En su nuevo hogar, el matrimonio incursionó en el negocio del sebo vacuno. Se trataba de un comercio novedoso para la época, pero a pesar de ello, y contra viento y marea, Rodríguez y Encina lograron armar su emprendimiento a pulmón. En paralelo, su familia seguía creciendo: ese año nació su sexto y penúltimo hijo, que con el tiempo se convertiría en uno de los pioneros de la industria jabonera argentina.
De a poco y con gran esfuerzo, el pequeño negocio familiar empezó a crecer. Para 1928, dos de los cinco hermanos que formaban la sociedad familiar incursionaron en la fabricación artesanal de jabones. Y ahí cambió para siempre la historia.
Historia a pulmón
En los inicios de la producción jabonera, el proceso era mucho más complicado y laborioso de lo que hoy es. Para hacer un jabón se utilizaba una mezcla de sebo derretido con lejías con el que se producía un jabón elemental, que luego era secado en las llamadas canchas de secado; se dejaba en el suelo durante varios días para que perdiera la humedad. Una vez seco, era cortado con cuchillas en panes de 500 gramos.
Ocho años después (en 1936) el proceso tuvo su primer gran avance. La empresa pudo adquirir su primera máquina enfriadora. Se trataba de una especie de molde gigante refrigerado con agua, lo que permitía que el proceso de secado sea más rápido. A su vez, se incorporó una estampadora a pedal, que permitía cortar placas de jabón con corredoras de alarma.
Desde aquí, las mejoras no pararon: las décadas siguientes estuvieron marcadas por un sinnúmero de inversiones destinadas a mejorar en todos los aspectos la producción jabonera. La empresa buscó perfeccionar todas las etapas del proceso de fabricación y también ampliar la capacitación de los colaboradores, que con el pasar de los años se convirtieron en especialistas en el rubro; y ese es, aún hoy, el mayor patrimonio de la compañía.
Nuevo nombre, nuevos horizontes
Con el crecimiento sostenido de la sociedad, en 1962 el emprendimiento -que adquiría cada vez más fuerza- pasó de denominarse “Rodríguez Hnos. y Fernández S.R.L” a ser el reconocido “Establecimiento La Mariposa S.A”. El nombre fue elegido en homenaje al producto estrella de la empresa, el jabón “La Mariposa”, que aún hoy se comercializa.
Con el cambio de nombre y con años de trayectoria ya a cuestas, La Mariposa dio un nuevo salto: en 1969, se compra a una firma italiana el equipamiento más moderno de la época para la fabricación automática y continúa de jabones en barra. Esto le permitió a la compañía transformarse en una planta moderna en todos sus rubros.
Los años pasaron y La Mariposa siguió perpetuándose en los hogares de los tucumanos y más tarde en los de todo el país. Y es que, en el nuevo siglo y pese a las distintas dificultades y los desafíos que se presentaban, la empresa redoblo sus esfuerzos y decidió invertir en el país y se llevó adelante un plan para renovar la planta fabril.
Durante los últimos años los avances tecnológicos y las posibilidades de progreso permitieron grandes cambios: en 2013 pusimos se incorporó una línea de terminación de jabones de tocador, también italiana, que permitió aumentar significativamente el volumen de producción a 1.500 kilos por hora 1.500 kilos hora. Gracias a esto también se perfeccionó aún más la fórmula y calidad de los productos, y se dio inicio a la producción premium de La Mariposa: los jabones St. Tropez.
Estos cambios permitieron que la empresa se expandiera con gran solidez en el mercado nacional; así también se empezó a abrir el camino para que los productos sean exportados. Para apoyar a todo este constante proceso de crecimiento, en 2019 llegó la mayor innovación tecnológica hasta la fecha: una planta de saponificación continua.
Con la nueva tecnología se puede trabajar hasta con cuatro toneladas por hora de viruta de jabón; esta máquina no consume vapor, tiene cero residuos líquidos y sólidos, no produce efluentes y ahorra costos de producción. La nueva maquinaria va en consonancia con los pilares de La Mariposa: innovación, calidad y cuidado de la naturaleza.
Entusiasmados con la innovación tecnológica y desafiados por el mercado nacional, en el último año se han incorporado al proceso de terminación del jabón, robots encajonadores y envolvedoras por unidad, apostando de esta manera a la mejora continua.